Un pedacito de mí Sé que todos tenemos una historia que contar, situaciones que a la larga nos modificaron nuestra forma de ver la vida como una oportunidad de hacer las cosas mejor. Para mí no es muy grato volver a mi infancia y recordar cosas tristes, pero yo siempre uso mi pasado para no querer vivir ahí sino que este sea mi trampolín, el que me da fuerza para mí y otros. Yo nací en Purral, Los cuadros, y crecí ahí hasta que cumplí aproximadamente 11 o 12 años no recuerdo con exactitud. Tengo solamente dos recuerdos de mi madre en mi mente: uno, verla bailar con mi papá en la sala de mi casa, música que sonaba romántica y ellos bailaban bien abrazados, y otra a los seis años decirme esta frase: “Mi amor, ¿usted quiere que yo me vaya?” La recuerdo con un saco de ropa a su lado en la sala y recuerdo que yo me alistaba para ir al kínder. Ese día la abracé, llorando por supuesto, diciéndole que no se fuera. Cuando regresé del kínder, mi mamá ya no estaba, recuerdo que la lloré tantas noches que perdí la cuenta y la extrañé tanto como nunca extrañé a nadie… cabe mencionar que yo amo mi mamá, no me importa lo que pasó, como mujer y mamá, sé que no es fácil y que no hay de manual de vida que nos enseñe a vivir de una manera y a no equivocarnos. Pero siempre he considerado que la mayor parte de las cosas que viví, fue por la falta de su cuidado y presencia en mi vida. Durante mis seis años hasta mis once o doce, sin exponer referencias, fui víctima de abuso sexual, maltrato físico y psicológico. Mi infancia se llenó de momentos en mi vida donde pedir limosna casa por casa fue nuestro sustento. Mi hermana, que ya tenía cuatro hijos, vio a cuatro niños más literalmente desnudos y tirados a la calle con hambre, y asumió el juntar a ocho niños, más una beba que llegó después de eso, criando al final 9 niños sola. Me consta que no fue fácil, y que muchas veces ella hasta vendió su cuerpo para darnos de comer; como mencioné antes, no existe manual para vivir, ni una fuente mágica donde cada uno restaure las emociones y cobre cordura para salir avante. Mi hermana fue sumamente estricta con nosotros y en medio de sus esfuerzos conmigo y el resto de niños hizo lo que ella pudo. A mis doce años, por situaciones de la vida, logré regresar a vivir con mami en contra totalmente de mi hermana, pero pensé yo que eso sería motivo de cambiar mi calidad de vida, sentía que ya había sufrido muchas cosas que aquí simplemente no siento la libertad de detallar, pero que un pequeñito de seis años, ni tampoco ningún niño, tiene por qué vivir; sin embargo, este es el pan de cada día en muchas familias y para mi desdicha, pues yo lo tenía que vivir. En resumidas cuentas, mi mamá no tuvo la capacidad de cuidarme bien, y un hombre mucho más grande que yo me violó y me “enamoró”, tenía yo en este momento doce años y cursaba séptimo año. Me escapé de donde mami porque siendo honesta, creo que a pesar de que ese hombre me lastimó, su engaño fue determinante en mi entrega hacia a él, porque me dio muestras de afecto, carencia más grande con la que yo crecí. Cegada me escapé de casa buscándolo, pero eso solo iba a llevarme a conocer cosas que simplemente arruinaron más vida; el hombre este por supuesto no me contestó más el teléfono y yo tenía miedo de volver a casa. Por lo que decidí deambular y dormir en la calle; esto ocurrió en San Sebastián de Desamparados y en donde fue la primera vez que tomé dos tragos de cerveza que alguien me dio y desperté en otro lugar con un gran dolor, porque para mii desgracia de nuevo estaba siendo víctima de violación. No sé cómo la verdad, sobreviví tantos días en la calle después de esto, pero lo hice. El hombre del cual yo estaba “ilusionada” me rescató de la calle un día, me llevó a vivir con él por un tiempo, me llenó de ciertos lujos hasta mis catorce años, me abandonó de nuevo un día cuando mi mamá y se fue, me devolví donde vivía con él, sustraje artículos de valor, los vendí y me escapé a la playa, exactamente a Jacó, donde conocí por primera vez que mi cuerpo era de mucho agrado para los norteamericanos, y que fácilmente podía independizarme y ya no vivir -según yo- lo que viví atrás; en ese lapso conocí la marihuana, la cocaína en gran cantidad, olía cemento y un día con mucha hambre estuve a segundos de probar el crack a cambio de mil dólares. Porque Dios es muy grande ese gringo que me ofrecía el crack se despistó y más bien le sustraje una cantidad de dinero que me obligó a devolverme a San José. Alquilé un apartamento, lo llené de cosas que me hacían feliz y viví sola por primera vez, aún seguía ilusionada de aquel hombre, por lo que de nuevo lo busqué. Cuando nos encontramos recibí una gran golpiza por parte de él, me quería matar. Al final dejé pasar eso, yo seguí buscándolo, hasta que a los quince años quedé embarazada, y faltando un mes para que mi bebé naciera, mataron a ese hombre. Cabe mencionar que mi hija no se perdió de nada al no conocer a su padre biológico, pues Dios le dio al mejor papá del mundo a sus 3 añitos: mi esposo. Creo que algo que marcó mi vida demasiado en ese momento, fue sentirme responsable de lo que tenía en mi vientre. Muchos esperaban con la clase de vida que había aprendido, que tal vez abortara, y muchos se lamentaban de la suerte