“Debemos pensar en la lectura como una forma de la felicidad, como una forma de alegría, y creo que la lectura obligatoria es algo erróneo. Lo mismo daría hablar de amor obligatorio o felicidad obligatoria. Uno debe leer por el placer del libro. Yo fui profesor de literatura inglesa durante unos veinte años y siempre les dije a mis alumnos: si un libro les aburre, déjenlo. Ese libro no ha sido escrito para ustedes. Pero si lo leen y el libro les apasiona, entonces sigan leyendo. La lectura obligatoria es una superstición”. -Jorge Luis Borges. La lectura es una habilidad fundamental para el desarrollo personal y académico de los estudiantes. Sin embargo, en la actualidad, el hábito de leer está en declive, especialmente entre los jóvenes. Esto representa un reto para los profesores de literatura, quienes deben encontrar estrategias para inculcar en sus estudiantes el gusto por la lectura y motivarlos a apropiarse de las obras. Uno de los principales retos que se enfrentan es la percepción de la lectura como una actividad obligatoria y aburrida. Esto se debe, en parte, a que los estudiantes suelen ser asignados a leer libros que no son de su interés o que no se adaptan a su nivel de comprensión. Por ello, es importante que los profesores seleccionen textos que sean atractivos para sus estudiantes y que se adapten a sus necesidades. Otro reto es el acceso que tienen los estudiantes a una gran cantidad de estímulos visuales y auditivos que compiten con la lectura. Esto hace que sea más difícil captar su atención y motivarlos a leer. Para superar este reto, los profesores pueden utilizar estrategias que hagan de la lectura una experiencia más activa e interactiva. Por ejemplo, se pueden organizar debates, cine foro, dramatizaciones o ejercicios de creación literaria. Estas dos últimas actividades mencionadas anteriormente fueron desarrolladas por los estudiantes de décimo año. Con base en los cuentos “El carro de la rutina” (de la escritora costarricense Rima de Vallbona) y “La tía Daniela” (de la mexicana Ángeles Mastretta), montaron primero una “escena congelada” de la obra: Posteriormente, esa “escena congelada” pasó a ser una “escena en movimiento”: Por supuesto no podían faltar las dramatizaciones, pero en este caso se actuaron finales alternativos de las obras estudiadas: Leer -como decía el gran escritor Jorge Luis Borges- es una forma de felicidad y no debe ser impuesta. Sin embargo, te invitamos a leer estos dos maravillosos cuentos y experimentar así esa felicidad vivida por nuestros estudiantes de décimo año. Te compartimos ambas obras: El carro de la rutina Cuento del libro Los infiernos de la mujer y algo más (Rima de Vallbona) There are things that happen between a man and a woman in the dark.Tennessee Williams La puerta se cerró detrás de él. Ella, la novia recién casada; ella, la que ayer mismo se prendía del azahar en el velo, vestía de blanco y con emoción decía sí, un sí lleno de júbilo y tan dilatado como el mundo; ella, se incorporó precipitadamente del lecho nupcial y se puso a hurgar con desesperación el fondo de la memoria. Con horror comprobó que durante la humilladora y dolorosa experiencia de la noche nupcial, su memoria había dejado de ser memoria y había sufrido una degradante metamorfosis: revuelto en el amasijo de sobras y despojos que él había dejado después de hacer una carnicería con sus sentimientos, apenas si pudo distinguir el capullo de rosa que él puso en su cabello una lejana tarde de música y dulzores de amor. La poesía, que a la luz de un ocaso enamorado tuvo forma de corazón, ahora, también irreconocible, era un amago de turbios presagios. También estaba ahí, entre tanto desecho, dando acordes distantes, la cajita de música que de novio él le obsequió con “Polvo de estrellas”. Besos, caricias, paseos por los senderillos del bosque, risotadas llenas de promesas, sueños para el futuro, todo lo que la llevó a pronunciar aquel sí, el más importante de su vida, estaba en el fondo de su memoria-basurero donde la misma noche de bodas, con arrogancias de macho satisfecho, él tiro sin reparo alguno los minuciosos jirones sangrantes de su yo. Ante tanto estrago, azorada, al filo del terror y con náuseas que le subían no del estómago, sino de los abismos más recónditos de su ser, seguía sacando y sacando despojos del fondo de la memoria. Con desaliento comprobó que hasta las promesas de paraíso-eternamente-mi-amor-vida-mía, se habían transformado en nidos de víboras. Cuando alcanzó el pozo de su virginidad desgarrada sin misericordia, al atardecer, llena de angustia, comprendió que había dado el paso definitivo e irreversible hacia el infierno. Como escape, ya solo le quedaba el suicidio. Sin embargo, cuando al final de la jornada él entornó la llave de la puerta y hola, querida, ¿cómo has pasado hoy?, le preguntó, ella buscó en lo más generoso y sacrificado de su ser una sonrisa y dándole un beso en los labios, ¡de maravilla, mi amor, de maravilla!, le respondió. Así, para siempre quedó uncida con intrepidez al carro rutinario y esclavista del matrimonio, como había visto a las demás mujeres, desde la abuela hasta la madre, pasando por hermanas y parientas y amigas y vecinas y desconocidas…, todas… las demás. ¡Igual que todas ellas! Houston, 8 de diciembre de 1998 La tía DanielaCuento intitulado del libro Mujeres de ojos grandes (Ángeles Mastretta) La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. Lo Había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos sobre un paso sereno y había pensado: “Este hombre se cree Dios”. Pero al rato de oírlo decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien responde a una canción en el recreo. Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los