Poema Alison Chinchilla

Qué suerte la del buzo, siempre que ve el mar,
pero, ¡qué terror da su inmensidad!
¡Qué angustia da su profundidad!
Pero él no lo siente, él simplemente lo va a afrontar.

Convive con sus peces, a veces con las carpas.
La posible falta de oxígeno…
¿Miedo te da, buzo? Dímelo.
Me responde rotundamente no, porque la adrenalina es lo que le encanta.

Qué suerte la del buzo, cuando encontrar un tesoro logra,
después de tantas brazadas… después de tantas maniobras,
y aunque inmundo sea su olor, y se aleje de la gloria,
victoria canta al encontrar algo en las sobras.

Eso que la gente no quiere, el buzo lo recoge,
desde un pedacito de pan añejo, hasta los más inservibles relojes.
Grande es su carisma, inmensa es su labor:
y aún con eso, de una apetitosa comida no conoce aún el sabor.

Qué suerte tiene el buzo, con esa voluntad de hierro,
se conforma con poco, posee una ternura semejante a la de un perro.
Y aún envuelto en aquella tenaz inmundicie,
su esfuerzo y fe no cesan en la búsqueda de algo que alimento le propicie.

Así vive un buzo, con el que muchos no simpatizamos,
pobres hombres y mujeres… quienes no se compadecen ante ellos…
Personas que viven constantemente con el agua en el cuello,
que se hundan en la miseria de sus mares normalizamos,
y aún así ellos aman, al igual que nosotros amamos.

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