Cada día más jóvenes se ven bombardeados en la sociedad por la belleza moldeada que figura en las redes sociales y concursos de belleza, donde es poco común mantener los rasgos con los que naciste. No quiero condenar del todo, ya que bien se sabe que existen cirugías de reconstrucción que han ayudado a muchas personas; pero si estas se deben a otras causas, se corren riesgos tanto físicos como emocionales.
Empiezo este articulo nombrando el caso de Paloma, una niña que falleció debido a una cirugía de lipotransferencia, moldeamiento de glúteos e implante de senos. La pequeña de catorce años no se sentía a gusto con su cuerpo, se preocupaba por cómo era vista por el género masculino y lo que dicta la sociedad, estándares tan altos que se hacen cada vez más difíciles alcanzarlos.
¿Qué se considera estéticamente aceptable? ¿Qué se reconoce como bello actualmente en una sociedad vacía que alimenta la perfección de rostros y cuerpos impecables, labios voluminosos, y a aquellos que son diferentes se les aísla y no se les considera atractivos?
Aquello que nos definiría como únicos y diferentes ya hoy no gusta, deseamos vernos igual al que vimos en la TV o una revista. ¿Qué tipo de mundo estamos creando si la vida depende solo de la validación de nuestro físico? Los riesgos son inminentes al transformar el cuerpo a temprana edad y por el motivo incorrecto, ello trae consigo trastornos emocionales y pérdida de identidad.
Creer que una cirugía plástica puede llenar vacíos de amor propio está totalmente lejos de la realidad. Si decides hacerlo, detrás de esto vienen riesgos grandes en tu salud como infecciones, alergias , hematomas, enormes cicatrices, incluso llegar a la muerte, como le ocurrió a la jovencita que nombré.
Hoy quisiera recordarte que antes de intervenir tu cuerpo alimentes aquello que es más valioso. “Lo esencial es invisible a los ojos”, decía el novelista y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de “El Principito”. Como seres humanos deberíamos concentrarnos en ser cada día más empáticos y respetuosos con quienes nos rodean y reconocer la variedad; pero, sobre todo, aceptarnos nosotros con nuestra individualidad, aquellas características que nos hacen únicos, es algo del día a día que vale realmente la pena y que tiene menores riesgos que una cirugía estética que a largo plazo solo traerá una felicidad momentánea, pero no cubrirá las carencias emocionales que debes trabajar en ti.
Cierro con esta frase: no es tu físico lo que te define como persona, ni la talla de tu cuerpo; es el tamaño de tu corazón y la capacidad que tienes para dejar una marca imborrable en el mundo y en aquellos que te conocen.