Con estos poemas cierro mi ciclo en el periódico del colegio. Fue una experiencia que guardaré con mucho cariño.
A veces los ciclos se cierran con palabras, y las palabras se quedan a vivir donde fueron comprendidas.
En cada verso que publiqué, queda un pedacito de mi gratitud y de mi alma agradecida.
Montaña viva
Bajo tu piel encontré la montaña,
firme, inmensa, ardiente.
En cada sendero tuyo
se me perdió la razón.
Bebí de tu fuente,
cristalina y profunda,
y en su néctar me reconocí:
mujer entera, mujer tuya.
Tus entrañas me hablaron en silencio,
me llamaron sin palabras,
y yo me entregué sin miedo,
como quien encuentra por fin su casa.
No olvido la fuerza de tu abrazo,
ni la ternura que me desarmó.
Aún arde en mí la huella de esa noche:
mi montaña preciosa,
mi secreto eterno.
Te conocí en un verano
Te conocí en un verano,
bajo el manto de las estrellas.
Cautivaste mi corazón
con tu mirada tierna.
Sin darme cuenta,
sacaste mi mejor versión,
hiciste renacer una llama
y me devolviste las ganas
de volver a escribir con pasión.
Esa primera noche,
cuando hablé con tu alma,
me descubrí temblando
entre sueños y silencios.
Hoy te digo adiós,
no con tristeza,
sino con gratitud,
porque en tu paso fugaz
me enseñaste que aún podía sentir,
y que el amor, aunque breve,
puede cambiar la vida entera.
Entre el alba y el amanecer
Un día inesperado te conocí,
me abrazaste como el alba abraza al amanecer,
regalándome una sonrisa que caló mi alma.
Despertando dentro de mí una curiosidad de saber más de ti,
fue una conexión al instante.
¿Será solamente agradecimiento,
o será que mis prosas por fin llegaron al corazón?
Desde ese día, tus gestos quedaron en mi memoria,
como una melodía suave que no deja de sonar.
Tu abrazo aún habita en mis pensamientos,
y tus palabras se repiten en mi pecho
como un eco que no quiere apagarse.
No sé si fue el destino o la simple casualidad,
pero algo en tu mirada encendió un rincón de mí
que creía dormido hace tiempo.
Tal vez fue solo un instante…
o tal vez el inicio de algo que no sé nombrar,
pero que me hace sonreír cada vez que lo recuerdo,
como si el alma supiera lo que el corazón calla.
Semillas de esperanza
En la tierra agotada de mi vida,
planté silencios y sufrimientos,
aunque también, sin darme cuenta,
esparcí semillitas de esperanza.
Eran casi invisibles,
como granos perdidos en la tormenta,
pero cada lágrima
las riego sin querer.
Hoy crecen verdes dentro de mí,
raíces fuertes, tallos nuevos,
y me dicen que hasta el dolor
puede dar algo bueno si lo quiero.
Voy hacia el futuro con ellas,
y sé que donde vaya
crecerá algo lindo,
porque aprendí
que siempre se puede empezar de nuevo.