Hace poco más de un mes, me tocó vivir la amarga experiencia de luxarme la rótula y tener que trasladarme con un bastón y una férula. Esta experiencia tan incómoda me hizo concienciarme de situaciones a las que antes no les prestaba atención: problemáticas que viven cada día miles de costarricenses. Según el X Censo de Población y VI de Vivienda del 2011, en CR había aproximadamente 452,849 mil personas con discapacidad, y, para empeorar el asunto, de acuerdo con el INEC, los ciudadanos de bajos recursos son los que más sufren de algún tipo de condición que los discapacita.
Si bien es cierto que en educación y empleo el país ha tenido un gran avance con incluir en la sociedad a las personas con discapacidad, existen ámbitos que tienen aún un retroceso, donde se necesita invertir en políticas públicas y obras de infraestructura que mejoren las condiciones de movilidad para esta población, como espacios aptos para viajar en los autobuses para personas con discapacidad, arreglo de aceras en mal estado imposibles para caminar con muletas o empujar una silla de ruedas. En centros comerciales, supermercados, hospitales y clínicas no es extraño encontrarse con gente que no cede ni respeta el lugar designado para discapacitados, personas poco empáticas o malencaradas si otra persona cede un campo o brinda ayuda.
Hacer valer realmente y darle significado a la Ley 7600 es de vital importancia. Día con día miles de personas con algún problema de movilidad deben trasladarse a sus trabajos, hogares, escuelas, universidades o citas médicas, y muchos no cuentan con el dinero para pagar taxis u otro tipo de transporte, deben resignarse a viajar en un autobús. Involucrarnos en esto generará una conciencia social que a largo plazo mejorará las condiciones para todos los ciudadanos y una sociedad costarricense más empática con quienes nos rodean.